domingo, 24 de mayo de 2015

I

Eligió el banco más alejado del parque y se sentó. El viento de noviembre le pegaba en la cara como pegan las palabras y los silencios certeros. Abrió el libro en la página donde hacía un tiempo lo había dejado y se dispuso a leer, lápiz en mano. Le gustaba eso, salir de su casa con una mochila que contenía lo mínimo e indispensable, internarse en su parque a ver las horas pasar. No esperaba nada, no esperaba a nadie, aunque lo último tal vez no era tan cierto. 

Pasó largo rato leyendo, hasta que un sonido captó su atención. Un gato. Lo llamó con las manos, se dejó inspeccionar con deliberada paciencia. "Necesitan un tiempo prudencial para entrar en confianza, para mostrarse un poco frágiles. Como los humanos"- pensó-. Estuvo largo rato acariciándolo hasta que una voz desconocida hasta el momento alteró de repente su calma y la del gato. 

-Sabés, los gatos eligen con quién quedarse. Casi que perciben los estados de ánimo. Tienen más percepción que la mayoría de los seres humanos en ese sentido. 
-Sí, eso seguro. Pero yo no estoy triste
-¿Y por qué asumiste que el gato iba a percibir en vos tristeza? Yo hablé de estados de ánimo, no de tristeza. Cosa rara de los humanos, asociar "estados de ánimo" con "tristeza."
-¿"Cosa rara de los humanos?" ¿Acaso vos no lo sos?
-Es una pregunta difícil de responder.
-Las preguntas difíciles de responder suelen ser las más valiosas. 
-Me gusta como pensás.   

II

La tarde siguiente, volvió al parque. No sabía bien por qué. Quizás quería volver a encontrarlo, quizás quería encontrarse. Había algo en él que le resultaba familiar, pero no sabía bien qué. 

-Disculpá, ¿Tenés fuego?
-Mmm no.
-¿No fumás?
-Ya no. Fumaba cuando tenía cosas que callar. 
-Me gusta como pensás ¿Ya te lo había dicho?
-Sí. 
-Error. No fui yo quien te lo dijo. 
-¿Cómo que no? Te vi ayer. 
-Exacto. Me viste ayer. Hoy ya soy otra persona. 
-No tiene sentido lo que estás diciendo.
-Ah, ¿No? Vos tampoco sos la misma de ayer. Ninguno de nosotros somos los mismos que ayer. 
-Ahora entiendo un poco más. Igual, creo que me debés un par de explicaciones. 
-Daré las que crea pertinentes, pero si querés hacé preguntas. 
-Bueno. Lo único que sé de vos es que fumás, que te gusta el parque porque probablemente disfrutes la soledad o sufras alguna compañía indeseable, y que sos hombre. 
-Otro error. 
-...
-No soy hombre, no soy mujer, no soy nada. Soy lo que vos quieras que sea. 
-¿Así que sos producto de mi imaginación?
-No, no soy imaginario. Pero todas las cualidades que deposites sobre mí, son invención tuya. Cuentan con tu propia experiencia. 
-Pero las conclusiones que saqué fueron producto de lo que vi. 
-¿Y? 
-...
-Todos somos para el otro una creación. Tu familia, tus amigos, tus amores, no son más que creaciones tuyas. No porque no sean reales, en el sentido de su existencia física, sino porque todos los conceptos que tenés sobre su "personalidad" son invención tuya. 
-¿El otro existe en función de que lo creo?
-Algo así. 

Y desapareció. 

III

Durante más de un mes, volvió todos los días al parque esperando encontrarlo. Intentó hurgar en su memoria, en sus creaciones, "hacerlo aparecer." Todo fue inútil. 

Hasta que entendió que aquel hombre era sólo su creación. Su creación le venía a revelar que todos somos creaciones. Su creación vino a develar su propia creación. 

Cerró el libro, y un sonido captó su atención.