IV
Sandoval se despidió del comisario y se
dirigió a su casa. Necesitaba tiempo para ordenar su cabeza, para poder
encontrar algún hilo conductor o alguna lógica que lo ayude a dar con el
asesino. Abrió la puerta y se encontró sorprendido ante el desastre que había
hecho Felipe. –Gato de mierda, no te puedo dejar ni un rato solo- Gruñó y se
fue a servir un whisky. El whisky lo ayuda a pensar.
Había logrado llevarse algunas fotos de la
escena del crimen sin que Rengato se entere. Las colgó y comenzó a observar
detenidamente. Allí estaban las víctimas, sentadas.
- ¿Sentadas? Eso también es un poco
extraño. Qué raro que el comisario no lo haya visto. Además, se nota que
intentaron poner a las víctimas en una postura firme, como si tuvieran que cumplir
con algún reglamento-
El detective seguía dando vueltas alrededor
de varias preguntas. ¿Por qué pibes tan jóvenes? ¿Por qué compartían el mismo
trabajo? ¿Por qué ese peculiar arma homicida? ¿Qué tiene que ver la manzana en
todo esto?
Sandoval se preparó un sándwich mientras
rondaba por varios canales de televisión. Trató de mantener la cabeza en otra
cosa, y luego de un par de cigarrillos, se fue a dormir.
O a intentar dormir, mejor dicho.
No paró de darle vueltas al asunto, hasta
que logró conciliar el sueño. A las 6 de la mañana, despertó sobresaltado.
Había tenido un sueño extraño, en el que se encontraba con sus compañeros de
colegio. Lo peculiar, es que todos tenían la cara desfigurada, o mejor dicho ninguno
se parecía a las fotos más actuales que había visto de ellos; pero tenían las
voces de sus compañeros. –Bueno, los años nos pegan a todos- pensó. De repente,
se sobresaltó. -¿Cómo carajo no lo pensé antes? ¡La manzana, bien de
chupamedias! ¡La postura firme! Tengo que hablar urgente con Rengato. Se va a
caer de culo cuando le cuente.-
Sandoval intentó levantarse de la cama,
pero fue inútil.
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