II
Buenos Aires estaba rara. No se sabía si
era por la niebla, por la falta de gente gritando o puteándose, o por ese clima
extraño que no era ni frío ni calor. Sandoval caminó con mucha prisa y llegó a
la comisaría. En la puerta, encontró al teniente López fumando. Lo encontró
preocupado, como si algo le estuviese carcomiendo la cabeza.
-¿Qué pasa, pibe?, preguntó Sandoval con un
aire paternal.
–Este caso del asesino de los deliverys. Es
un quilombo, detective. Ya van 3 víctimas y no logramos encontrar ni una sola
pista. Encontramos conexiones entre las víctimas. Todas trabajaban de lo mismo:
delivery. Todas eran de clase baja. Pero no encontramos nada. Nada de nada,
¿sabe?. En la escena del crimen, estaba todo bien limpito. Ni una huella, ni un
rastro. No quiero que se salga con la suya.- dijo apenado el teniente.
–No
te hagas el poli sensible que no comprás a nadie- dijo Sandoval. Le tiró una sonrisa
burlona y entró a la comisaría.
Al llegar a la oficina de Rengato, lo
encontró revolviendo fotos de escenas del crimen.
-Uh, parece que alguien va a tener insomnio
hoy.
-No me vengas con pelotudeces, Sandoval.
Estamos todos con cara de culo en esta comisaría. Esta serie de asesinatos se
vuelve cada vez más rara.
-Sí,
percibí lo de las caras de culo-, dijo el detective con un aire burlón. –Pero
justamente vine por eso. Me lo crucé a Lopez en la puerta y me contó brevemente
lo que había pasado. Este tipo de crímenes me atrapan, lo sabés.
- Entonces tomá asiento, cerra el
pico y dejame hablar a mí.
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