viernes, 12 de abril de 2013

Aprendemos.

Cuando nos pasa algo malo, aprendemos. Aprendemos a confiar, a dejar de hacerlo. Aprendemos a darle importancia a algunas cosas y otras no. Aprendemos cómo son las personas. Aprendemos cómo reaccionan. Cómo son. Su madurez. Porque la forma en que alguien enfrenta a los problemas determina en gran medida lo que esa persona es. 


Pero hay cosas que no aprendemos. No aprendemos cuando nos dicen "es lo mejor". No aprendemos a escuchar a personas que pasaron por lo mismo. Somos tercos. ¿Tercos? Somos pelotudos. Sabemos que siempre vamos a volver a lo mismo. Nos creemos seguros, pero evidentemente volver siempre a lo mismo nos demuestra nuestra inseguridad, nuestras ganas -¿inconscientes?- de hacernos mierda. Sabemos que vamos a volver a darnos siempre contra la pared. Que al final del día vamos a tener esas incontenibles ganas de llorar. Sabemos que podemos evitarlas, que "mañana puede ser mejor". Pero no intentamos hacer nada para cambiarlo. Y vuelve siempre la misma impotencia de no haber hecho nada para cambiarlo. Vuelve la misma impotencia de haber hecho lo mismo de siempre. 

Vuelve la impotencia de no pensar en nosotros mismos. 


busco el amor cuando hay soledades, cuando necesito un espacio con aire. Para respirar aunque sea un segundo, para pensar que quizás en el mundo los discapacitados emocionales superamos problemas cual seres normales. 

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