¿Sabés? creo que disfruto esto de perderme en la calle. De caminar sin rumbo alguno. O caminar con rumbo, pero no sabiendo dónde está. Pero lo que más disfruto es consultar a desconocidos. Me gusta encontrarlos distraídos, en su rutina. La misma calle, el mismo colectivo, la misma pelea con esa pareja que no saben bien por qué mantienen, el mismo trabajo de mierda pero claro, hay que mantenerlo para poder costear el departamento para fumar porro en paz. Y ahí van como pilotos automáticos, como un cuento de Benedetti en Montevideo pero con menos magia, con menos amor, con menos todo.
Y de repente -"La calle Urquiza, ¿Sabés para dónde es?- Paf. Se detuvo todo. El colectivo, la pareja que mantienen por el miedo a la soledad, el trabajo, el departamento, su jefe forro, el porro. Piensan rápido, elaboran un mapa mental con retazos de las calles que alguna vez pueden haber circulado. Intentan llegar al preconciente, ese que es como un plan b de la conciencia. Logran soltar un "creo que es para allá".
Pero lo que ignoran es que están dando información a una terca, que cree saber para dónde tiene que ir y que su máxima preocupación es que la puta madre, este libro de mierda debe pesar 3 kilos, quién me manda a leer a Julio y su verborragia. Julio y sus frases subrayadas. Y ella sigue para donde cree que tiene que ir, pensando en el libro, en las despedidas, en las cosas nuevas, en el ipod sin batería que tuvo el tupé de apagarse en ¡Qué mala suerte! (¿fue una señal, aparato del infierno?). Y sigue caminando y se da cuenta que no, que está mal. Que es para el otro lado. Se para en seco, intenta disimular su estupidez y vuelve a desandar camino. A encontrar una rubia en una parada de bondis, y -¿Sabés si va a belgrano y jujuy?-. -"Sí, creo que sí, total va todo derecho".- Y retoma las mismas calles, el mismo bondi, pero no tiene ni pareja, ni trabajo, ni departamento. Lo otro sí.
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