V
Fue Felipe quien logró despertar al
detective con sus maullidos. Joaquín miró el reloj: las 11 y media de la
mañana. Pensó que era más tarde. Se fue a preparar una chocolatada, mientras
hilaba los últimos detalles de su teoría para poder presentársela a Rengato.
-Bien, entonces el asesino quiso dejarnos
un mensaje. La escuela. ¿Pero qué escuela? ¿Las víctimas iban al mismo colegio?
¿Y eso qué significaba? ¿Tuvieron mala conducta y algún profesor quiso dejarles
un mensaje? En todo caso, era un poco tarde para darles un mensaje-. Sandoval
abandonó su chocolatada junto a otros platos sucios que algún día limpiaría y
se dirigió a la comisaría.
-Espero que traigas buenas noticias-
exclamó Rengato con la misma cara de preocupación que tenía el día anterior
-Por favor, comisario. Me extraña. Si no
tuviese buenas noticias, me quedaría en casa fumando como un loco.
-Bueno, entonces
tomá asiento. López, vení. Escuchemos a ver qué nos trajo este muchacho.
López se sentó,
temeroso. Nunca sabía bien en qué momento el comisario le hablaba con simpatía,
y en qué momento le hablaba como el jefe mas jodido del mundo que se aprovecha
de tener subordinados. De todas formas, se alegraba de ser partícipe de la
exposición de Sandoval.
-Intentaré ser breve pero sin omitir nada. Viendo algunas fotos del asesinato
observé que, además la manzana que tanto nos llamó la atención, había otra
peculiaridad: la posición de las víctimas. Estaban sentadas. No sólo eso, sino
que estaban con una postura firme, como si tuviesen que cumplir con un
reglamento. Al principio no entendí bien todo esto, pero a partir de un sueño
del que no vale la pena hablar, pude comprenderlo: el asesino nos está dejando
un mensaje. La manzana, que además de asociarse con el cuento de hadas, se
asocia con las maestras. Esto, sumado a la postura que debían “cumplir” las
víctimas, nos lleva a una institución en especial: la escuela. Tal vez algún
profesor víctima de alumnos revoltosos quiso vengarse, o hasta puede haber sido
un compañero de estos chicos.
-López,
investigá si las víctimas concurrían a la misma escuela secundaria.
-Imposible,
jefe- exclamó López, casi temblando. –Ninguna de las tres víctimas acudió a la
escuela secundaria. Tenían muchas necesidades en su familia, por lo que
tuvieron que buscar un trabajo.
-Entonces a la
misma escuela primaria. Rápido, pibe.
López abandonó
la oficina velozmente, y volvió con varios papeles.
-Negativo,
comisario. Cada víctima iba a una escuela distinta.
-Puta madre,
López.
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