lunes, 1 de diciembre de 2014

Fue necesaria tanta sombra para hacerme cargo de mi luz

Domingo 23 de noviembre. Suena Lisandro Aristimuño. Y pienso. Primero pienso en qué escribir. Después me cuelgo mirando los jacarandás en algún cordón de Pch. Pena me dio no verte sacarle la soga a la muerte. Hay jipis haciendo tela. No sé por qué relacioné las dos frases anteriores. Estoy resfriada. Muy. Pensaba ponerme a escribir un balance de fin de año pero me colgué hablando de otra cosa. Todo se hunde en la noche.

Basta, volvé. Ibas a escribir un balance. En mi cabeza tenía varias oraciones sueltas sin mucha conexión entre sí, así que voy a empezar a escribirlo así.

Fui a recitales. Empecé a tocar el bajo. Viajé. Conocí gente nueva. Mucha. Creo que esta es una de las cosas que más me gustó. Empecé a salir más. Abandoné cosas de mierda. Me dieron de alta en terapia -cualquier relación entre esta oración y la anterior no es pura coincidencia.- Leí. Hice más canciones. Conocí más bandas. Mas autores. Me abrí más a la hora de escribir canciones -obvio que igual no se las mostré a nadie.- Me compraron una bici. Estuve meses jodiendo para tenerla, y una vez que la conseguí, la usé re poco. La histeria. Mi bicicleta cantándome Vienes y te vas. Tu vieja.

Fui a ver a coiffeur. Dos veces. Vi a Leo García en vivo. Cumplí parte de mi deseo de hacer algo a partir de Cromañón (entiéndase: parte de...)

Cambié. Este año creo que es uno de los que más cambié. Me refiero, por ejemplo, a comparar cosas que pasaban y pensaba en enero-marzo y cosas que pienso ahora. Encontré gente que me despertó a los golpes de muchas cosas. Y fue una de las mejores cosas que me pasó.

Crecí. Un montón. Mucho más que otros años. Y eso está buenísimo.

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